29/1/13

La súplica


Se ha ido. Se ha ido para siempre y yo me he quedado allí, como un soldado con la bragueta abierta en un disparo, como un Charlot de cera, una Marilyn de bote. Preguntándome qué diablos ha salido mal.

He sido decidida, rápida, no como esa vez en la Gran Vía, bombardeada de paraguas y parejas enroscándose las piernas mojadas. Aquello sí que fue un suicidio y yo tan roja fuera, tan roja dentro. 

En el fondo lo sabía, supongo. Anticipaba la burla, el te lo dije, estáis en puntos muy diferentes. Mira cómo se aleja ahora, fulminante. ¡Estoy aquí! ¿No te doy, ni siquiera, un poco de pena?

Me arriesgué, me tiemblan las piernas, me arriesgué para nada. Y se que me ha escuchado en el eco del frío. ¡Por favor, espera! Yo perdiendo la dignidad y el muy cabrón haciéndose el sordo. Me escuchó suplicar y se hizo el sordo. 




Maldito autobusero, ésta me la pagas. 

Erich Salomon (M. Dietrich)

21/1/13

Canción para los perdidos (II)

Lo que no puedo olvidar duele más que lo que no recuerdo
Como un perdedor sin guerra
Como los hombres que beben para no ver el incendio,
Silban sin tímpanos, ríen sin dientes

Hay miles de ojos completamente blancos y tantas manos inquietas
¿para qué el tiempo, cómo el tiempo, por qué el tiempo?
¿ésta soy yo, sin ojos?

Me escondo de las heridas pero todo el mundo escupe heridas
Me alivian los ojos de mi madre, los brazos de mi hermana

Encima de la avaricia endémica, del paisaje de esqueletos vencidos
Hay hombres que aman para no caer al vacío
Deseo -el corazón abierto- ser uno de ellos.


3/1/13

It smells like old spirit

Llevaba varios días con el olor metido en la cabeza. Esta mañana, por fin, lo he reconocido. La entrada del periódico huele exactamente igual que la residencia donde vive mi abuela Julia.

Allí, los ancianos se acercan a la ventana para ver la vida encenderse y apagarse y se quejan del horario de comidas. Y esperan, en las butacas mullidas de la entrada, a que alguien les lleve a saborear el aire, diez minutos o diez días. Cuando se hace de noche por los pasillos resisten un par de locos que han perdido la cabeza o la memoria. Que piden cosas imposibles y se remontan a épocas doradas más lejanas que el Oeste.

Así que, en realidad, lo del olor es lo de menos.

Daniel Seung Lee