20/1/11

Anuncios en la isla del tesoro

Que suene la música



10:00

Mañana soleada busca viajes entre océanos y trenes que atraviesan horizontes.
No importa el precio, ni las trampas, menos el miedo. Prometo recompensa si aparece además el hombre de mi vida, con flores rojas, factor sorpresa, y deudas de risas que cobraré a mi gusto.
Llamen pronto, la tarde está al acecho.
No olviden, por supuesto, una banda sonora con guitarra y posible acordeón.
Los croissants los pongo yo.


22:30

Noche fría como el peor enero busca abrigo bajo las sábanas y un vaso de leche con miel si está nevando. Planes truncados piden hilo y aguja para zurcir las heridas de la realidad, el tráfico y la niebla.
Se admiten caricias tímidas y cuentos al oído de castillos y dragones.
 Abstenerse tareas pendientes y drogas fáciles para impedir el sueño.
 Contacten antes de medianoche, antes del beso, antes del desierto de luces.

18/1/11

El discurso del Rey

Hoy el día está un poco cinematográfico, puede que sea por la niebla que hay en Madrid, aunque la carrera por los premios de la gran pantalla, que acaba de empezar, también tiene su parte de culpa. Hace un par de días se celebraban los Globos de Oro (¿no les sentará mal que siempre les pongan la coletilla de "antesala de los Oscar?") y el mejor actor parecía no tener rival ni duda: se lo iba a llevar Colin Firth. Así fue y no podía haber sido de otra manera.

Si no habeís visto "El discurso del Rey", poned remedio cuanto antes. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una película. La historia del Rey Jorge de Inglaterra, tartamudo en un tiempo que no permetía vacilación, cautiva hasta al más anti monárquico espectador. Con un guión rápido y emocionante, que pasa de la tragedia a la comedia en cuestión de minutos (como el protagonista) nos traslada a uno de los momentos más importantes de la Historia reciente, el principio de la Segunda Guerra Mundial, para contarnos algo tan sencillo como una historia de amistad y superación.

Pero es evidente que más allá de los diálogos, más allá del famoso discurso final que nos muestra como toda una nación detiene sus vidas por unas palabras de su rey, esta película es, definitivamente, un regalo para dos actores a los que el cine a veces no ha dedicado la atención que merecían. Antes de mencionar al monarca, creo que la interpretación de Geoffrey Rush, el logopeda revolucionario, el amigo fiel, el valiente australiano, el divertido actor frustrado que no teme a nada salvo a su mujer, es magnífica. Merece la pena recordar otros de sus papeles, no sólo en la célebre "Shine", si no otros más pequeños pero no por ello menos admirables: el incansable justiciero de "Los Miserables" que acaba por rendirse, o Philip Henslowe, el paciente "productor" de William Shakespeare en "Shakespeare in love". Versátil como pocos, en esta película, de nuevo, borda su papel.

Y en cuanto a Colin Firth, confesaré que me enamoré de él en la primera entrega de las entretenidas aventuras de Bridget Jones, aunque también me gustó el misterioso galán en "Una familia con clase" (una película que pasó muy desapercibida), o su papel divertidísimo y romántico en "Love actually" , aprendiendo portugués o lanzándose al agua helada en busca de papeles mojados. Inlcuso consiguió transformar una película absurda y bastante lamentable como "Mamma Mía" en algo con un mínimo de gracia (ayudado por Meryl Streep). Y todo esto, sin hablar de lo atractivo que es, claro.

En "El discurso del rey" no sólo tiene la enorme dificultad de interpretar a un tartamudo que, además, va mejorando en dicción a lo largo de la película, sino que debe también ser un rey con un pasado plagado de obstáculos, un padre cariñoso, un líder que debe llamar a la unidad de Inglaterra, un hombre sin amigos, un tipo con coraje y mala leche, pero que gracias a la amistad se vuelve un poco más amable. Si un actor consigue hacer todo esto no sólo se merece premios; necesita otras muchas películas, porque de este lado de la pantalla esperamos impacientes.

A la rica teta de monja


La vida puede resumirse en necesidades básicas y antojos. Como podreís imaginar, la pastelería se incluye, pase lo que pase, tenga el azúcar que tenga, en la primera categoría. Mucho más, si está recién hecha. Aunque tenga debilidad por los croissants (un día os hablaré de ello), hoy vengo a aquí a hablaros de otra cosa más española. Las tetas de novicia, osea de monja. De una textura insuperable, de una pureza cautivadora, me gustaron mucho. El día menos pensado me pongo a fabricarlas.

El ser humano es sorprendente. Y si es castellano, de raices católicas y publicista frustrado, llegará lejos. La prueba irrefutable es la imagen que ven ustedes ahí arriba. Seguramente, el pastelero podría haberse conformado con anunciar las tetas de monja. Pero quiso ir más allá. Quiso homenajear a los frailes, un religioso injustamente relegado al puesto de secundario (malditas élites). Asique se puso a hacer pelotas de fraile. Porque es bien sabido que para homenajear bien, con tino, hay que apuntar a lo más íntimo.
De todas formas, el señor que ha escrito este mensaje tiene bastante que envidiar de otros artesanos del pan de la bendita geografía española. De momento, y hasta nuevas creaciones, el dulce que ocupa el primer lugar del ránking de "Nombres santos para bocados divinos" son los pedos de monja, a muy poca distancia del cabello de ángel. Eso es así y no admite discusión.

------------------------------------------------------------------------------------------------------
Notas al margen: Perdonad el cambio de registro, sin duda brusco. Es esta maldita manía de escribir, mezclada con tontería agudizada más allá de medianoche.

17/1/11

La esperanza en Túnez

No he estado en Túnez pero dicen que huele a jazmín. Ahora esos miles de jazmines en Hammamet estarán aplastados y mustios, cubiertos por miles de pisadas de una marea de gente que, sin saberlo, estaba haciendo historia.

El viernes fue un día muy emocionante. En pocas horas caía un régimen dictatorial y en la redacción corríamos y tecleábamos, como siempre intentando ser los más rápidos en contarlo. Primero Zine el Abidine Ben Ali , (23 años afferado al 'trono' y en 28 días el pueblo ha conseguido echarle) anunciaba elecciones anticipadas, luego se decretaba el estado de excepción, entre tanto llamaba la enviada especial del periódico, contándonos que los tenían (a ella y a otros tantos periodistas) retenidos en un hotel sin poder salir. La gente en las calles seguía gritando con todas sus fuerzas y cada vez llegaban más fotos, más noticias, al tiempo que una especie de alegría contenida iba propagándose entre ordenador y ordenador. Y finalmente, el dictador que gobernó sin límites, abandonaba el país, huía presionado por la calle: ése era el titular.

Ha sido y es una revolución inesperada, porque aunque la mecha había empezado a prender en varios países del Magreb, casi todos los expertos y un buen puñado de periodistas apostaban por Argelia como lugar de la explosión. Pero lo más importante es que es una revolución democrática: no es un golpe de Estado, tampoco hay un líder religioso a la cabeza dando órdenes y el ejército, además, se ha mantenido neutral durante las protestas. Ha sido el poder de la gente: estudiantes en paro, trabajadores con sueldos míseros, familias enteras, intelectuales, funcionarios. Todos unidos para luchar por un país libre, sin censura, sin corrupción, con garantías y derechos.

Hay mucho que decir sobre las condiciones que han provocado esta tormenta sin naufragio. Túnez es uno de los países más 'europeizados', su economía es más abierta que la de muchos países vecinos, la condición de la mujer también es más equitativa, la mayoría de la población es joven, ha estudiado y es consciente de que tiene unos derechos por los que vale la pena luchar. Pero además, hay un mártir. Se llamaba Mohamed  Bouazizi, era informático pero se ganaba la vida con un puesto callejero de verduras. La policía le arrebató su única salida para poder comer y la desesperación le llevó a inmolarse. En Internet ya es el padre de la revolución de los jazmines.

Sé que está mal que lo diga yo, pero él era un joven maldito. Lo que hizo desató las protestas. Si una persona con la vida por delante decide acabar así con todo, algo está podrido. Después, Internet y las teclas veloces propagaron la indignación. Las redes sociales se convirtieron en una autopista en la que viajan el cambio y el futuro, tan rápido que ninguna censura puede ponerles freno.

Ahora, en los ecos de la noticia, en la resaca de la tormenta, sigue estando la alegría. Pero la lista de deseos no se ha cerrado aquí. Ojalá Túnez agite a otros pueblos. Ojalá sea el principio del fin de las dinastías y las dictaduras eternas. Ojalá esto sirva para comprender que no todas las revueltas en los países árabes las enciende el discurso fundamentalista. Ojalá esto sirva a los presidentes europeos para ser menos hipócritas (hasta hace dos días, ninguno se atrevía a señalar con el dedo a Ben Ali). Ojalá comprendamos que no se puede vivir en la indiferencia. Ojalá que esta revolución no se quede en palabras escritas en el aire. Ojalá...



Un mensaje bastante claro. Túnez. Reuters.

PD: Aunque son muchos los artículos de estos últimos días que vale la pena leer, recomiendo especialmente "La revuelta de los descamisados" , por Sami Naïr.

14/1/11

Un jersey en el congelador

¿Se considera usted un valiente?, ¿un intrépido aventurero?, ¿le va la marcha, la sorpresa cardiaca, el sudor caliente? Si es así, no lo dude, su destino vacacional, la ginkana definitiva, el éxtasis total está al alcance de su mano....(redoble de tambores opcional) ¡SÍ, ESO ES!  ¡LAS REBAJAS!

Me temo que mi relación con este fenómeno paranormal de productos tiraos de precio atraviesa un momento delicado. Es algo así como desear que llegue el momento de los postres para luego percatarte con suma tristeza que a la segunda cucharada de helado de chocolate no te cabe un gramo más de azúcar en el cuerpo. Cada año me digo: es la última vez, c'est fini! Pero luego la carne es débil y los billetes son volátiles y una acaba cayendo en el pozo del consumismo (por mucho que veas documentales sobre la obsolescencia programada, qué duda cabe, el virus se te ha metido muy dentro)

Enfin, el caso es que sales de casa con una especie de ruta definida, unos ciertos ahorros en el bolso y esa maldita lista de prioridades que todos los años recomiendan hacer los expertos del telediario (qué sabran, insensatos). Y ocurre que todo sale mal y te topas con la desgracia una y otra vez.

Primer obstáculo: Las tentaciones. Están por todos lados. La más notable es la llamada "ropa de nueva temporada", que casualmente está colocada junto a lo más rematadamente feo de lo baratillo y gracias a ese maravilloso invento que es el marketing, una fuerza irrefrenable te hace mirar en la dirección equivocada.

Segundo obstáculo: Las señoras que, evidentemente, se han equivocado de tienda. Suelen estar rozando la edad de jubilación y merodean entre descuento y descuento a la búsqueda de las mejores oportunidades. Probablemente luego no se lo compren, pero ahí están, demostrando que están en plena forma porque han depurado su técnica de animal en busca de presa a lo largo de los años. Puede que tú seas más joven, pero el mundo es suyo, asumámoslo.

Tercer obstáculo:  Esa sensación de entrar a una tienda y descubrir que, milagrosamente, has tenido la suerte de no estar allí cuando el huracán destrozaba todo. Este desastre natural se repite con cierta frecuencia en el denominado "gigante Inditex". Ante esta situación, tienes dos opciones: o bien te zambulles entre montañas gigantescas de mangas, pantalones y bragas en busca de tu talla (olvidate de encontrar la 38, guapa) o bien te plantas en mitad de la tienda, te armas de valor y gritas: "¡SOCORRO!". En cualquiera de los casos, la historia acabará mal.

Pues bien, a pesar de que se masque la tragedia, este año he optado por adentrarme en paraisos desconocidos. Ese tipo de tiendas generalmente prohibitivas pero que, gracias a la magia matemática, se tornan en lugares más amables y baratos en el frío invierno.

Asi que lo he hecho: he comprado lo que quería comprar. Un bonito jersey. Rojo, suave y precioso. Y, por si fuera poco, he descubierto que las tiendas del otro lado de la frontera ofrecen un servicio completamente personalizado al cliente. Porque cuando estaba entregando el billete, una amable dependienta me ha aconsejado que, para evitar que al susodicho jersey se le suelten los pelillos (también rojos) debo hacer lo siguiente: Coger la prenda, introducirla en una bolsa de plástico, quitarle el aire a la bolsa, introducirla en el congelador (sí, en el con ge la dor) y dejarla ahí, meditando sobre el frío y la vida, un par de días. 48 horas.

No es broma. Buscad en el congelador, quiero decir, en Internet, si no me creeís. Ahí fuera hay un universo de mujeres que meten cosas extrañas en el congelador.

13/1/11

Sobrevivir

La chica de pelo corto y el chico de la media sonrisa se conocieron a finales de enero aunque hasta febrero no se miraron por primera vez. Dejaron su rastro por todos los escenarios de peleas, besos infinitos o simples tropiezos de parejas del pasado y  para evitar ponerle nombre a las cosas, decidieron compartir un plato de tallarines grasientos y entre sorbo y sorbo sus ojos se perdieron en otras pestañas y otras líneas de la mano.

Mientras la aguja del reloj giraba, conservando a pesar de todo su juventud fría y metálica, Elisa y Alberto imaginaban dos cuerpos entrelazados y entrelazaban también sus dedos, impacientes, conjurando al deseo. Salieron de aquella reunión de adictos a la comida rápida, con menos dinero, más prisas, menos besos. De camino a la casa de los padres de ella tuvieron varios encontronazos. Primero con el perro guardián de la inocencia, luego con esos malditos anuncios de bálsamos para la felicidad eterna, más tarde con cientos de ventanas luminosas en las fachadas, reflejo del éxito sin lucha de la pantalla que hipnotiza.

La llave coincidía. El interruptor respondía. El pasillo hasta la habitación también cumplió su función de escondite para los fugitivos. Incluso encontraron la forma de quitarse la ropa al mismo ritmo, imitando sin error la coreografía de todos los amantes. Sus cuerpos encajaron y aquí dejaré un espacio                                                                                porque algunas cosas es mejor sólo imaginarlas.

A la mañana siguiente no hubo siguientes días. Porque ya está, Alberto tenía las manos vacías, la cabeza llena de historias y todas las horas ocupadas en lamentarse por vivir en aquella calle, en aquella ciudad, en aquel año. Y Elisa…era sólo una chica encabezando una partitura de un tal Beethoven, la melodía que Alberto ejecutaba sin error cada noche después de engullir unos tallarines más bien grasientos.



Banda sonora de madrugada: