10/10/10

Una herida que sangra en agua dulce

Es un túnel de tumbas con vista a un mar salado.
Es una celda tejida con lana de la aurora
Una roca inerte mecida por plumas de cisnes,
una herida que sangra en agua dulce
un espacio recto y diminuto viajando en el espacio

infinito

Pero un equipaje de tres deseos de otras trescientas almas
se ha perdido para siempre entre dos faros ciegos

y los límites se acercan

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7/10/10

Olvidarás los años que no has vivido aún

No suelo hablar mucho de mi padre. Desde que se fue, desde que ya no está. Nunca, por mucho que pase el tiempo, aceptaré que no volverá a estar a mi lado.

Pero no hay un día en que no piense en él. Me enfado al intentar recordar sus gestos,  porque me choco con este maldito tiempo que transcurre y va haciendo borrosa mi infancia. Entonces incluso deseo no crecer, quedarme aquí, para permancer más cerca del tiempo en el que él se quedaba escribiendo en el ordenador cuando nos íbamos a la cama. Del tiempo en el que preparaba arroces, descorchaba vinos con el gesto fruncido y recortaba artículos de periódico que le hacían sonreír o discutir.

Y están todas las veces en las que me gustaría hablar con él. Explicarle lo que me pasa, lo que estoy haciendo, las dudas y los caminos, los miedos y este futuro que está llegando.

Desde hace poco tiempo hay algo más que quisiera contarle. Ahora que estoy en un periódico y me han dado la oportunidad de escribir, cada vez que lo hago me acuerdo de él. Porque sé que habría estado orgulloso de mí pero no está aquí para verlo. Imagino su cara de satisfacción leyendo mi nombre entre un mar de historias y noticias, tan parecida a la que se dibuja en la cara de mi madre.

Ya sabía que el periodismo era una de las profesiones más bonitas que existen. Pero yo tengo otra razón para seguir intentando hacerme un hueco aquí. Quiero escribir por él, porque mi padre, José Ángel Crespo, hace mucho tiempo escribió esto que aquí sigue para mí:


A MARÍA

Para vivir hay que olvidar, me dicen
tu ojos tan abiertos esta tarde
de verano, tus ojos que resplandecen.

Olvidarás quién fui, con cuánto asombro
te oía hablar a solas, vigilaba tu sueño
con qué detenimiento, te contaba la historia
que mejor conocías
por el camino de regreso, adivinaba
un vago parecido con nosotros,
la luz que sólo te pertenecía.

Olvidarás qué fuimos ("mis padres,
en una foto de hace mucho tiempo,
no me acuerdo de dónde, éramos tan pequeñas"),
qué somos esta tarde de verano en que parece
que todo ha de durar, la perfección del mundo,
la ausencia de dolor, la exactitud.

Olvidarás los años que no has vivido aún. Por fortuna,
niñita, por fortuna.
Pues en el curso de esos años
han de pasar algunas cosas tristes,
hechos inexplicables, la amargura
de las separaciones.

Que el olvido te salve de esas horas sombrías,
que te devuelva al corazón del mundo
tal cual es hoy,
exacto orden, luz inextinguible,
en que estoy para siempre ya contigo

4/10/10

Cita en Samarra

Lo único bueno que tiene estar con anginas es que la irremediable fuerza de atracción de la cama también invita a la lectura. Hoy me he acabado una novela estupenda, Cita en Samarra, de John O'Hara (1905-1970).

Es la historia de Julian English y su mujer Caroline. Él es vendedor de coches Cadillac en una pequeña localidad nortamericana que se cubre de nieve en los inviernos de los años 30. Son la pareja más deseseada por la alta sociedad, van de fiesta en fiesta, luciendo bonitos vestidos y sombreros de ala, haciendo chistes correctos, emborrachándose más de lo que deberían.

Pero un día Julian pierde los nervios y le tira una copa a la cara a un tipo llamado Harry, odiado en secreto y admirado falsamente en público.  Uno de los hombres más ricos de la ciudad en la que viven, al que todo el mundo debe algún favor. Es el desencadenante de la caída libre hacia la destrucción. La sociedad perfecta se transforma en el circo de las apariencias y las envididas.

Y poco a poco, el lazo que unía a los dos protagonistas, Julian y Caroline, se deshace y se separan cada vez más. Sobra el alcohol y falta sinceridad en un teatro en el que está representada una sociedad, la de los años 30, que vive por encima de sus posibilidades y gasta más tiempo en cuchichear por las esquinas que en prestar atención a la realidad en la que viven. Hasta que acaban pagando por ello.

Con un estilo directo y certero, el escritor (que antes fue periodista) tiene en el diálogo su mejor arma para reflejar a la perfección cómo era aquel momento y aquellas personas que se ahogaban en la mentira mientras suena de fondo música de jazz.

Aquí un par de fragmentos:

"-Escuche, Julian- dijo Lute- Ya sé que su vida privada es asunto suyo y que es usted el jefe y todo lo demás. Pero le llevo a usted diez años y siempre nos hemos caído bien, ¿le importa si le hablo con franqueza?

-No. Dime.

-Bien, no quisiera ofenderle, y si se enfada puede despedirme pero ha estado haciendo muchas tonterías y la última noche en el Stage Coach...Dios, no sé qué decir. Pero no debería haberse ido con esa cantante. ¿Sabe de quién es esa chica? De Ed Charney. Uno de nuestros mejores amigos, un tipo leal, un hombre fiable(...)¿Por qué no puede ser más cuidadoso? Ed está muy cabreado. Lleva dos años trabjándose a esa chica y entonces llega usted borracho, se la lleva para echar un polvo rápido y lo echa todo a perder.

-Te equivocas en una cosa - dijo Julian
-¿En qué?

-No me tiré a la chica

Lute dudó antes de contestar.
-Muy bien, tal vez no lo hiciera, pero todo el mundo pensó que sí y para el caso es lo mismo."

"Julian abrió el segundo cajón del escritorio y sacó una Colt25 automática, se levantó y entró en el cuarto de baño. La emoción le cortaba el aliento y notó que tenía los ojos como siempre que estaba excitado por algo: abiertos pero con las pupulas encogidas. Se sentó en la taza y supo que no iba a hacerlo de ese modo. (...)Se metió el cañón en la boca y un poco de aceite tocó la parte interna de su labio inferior. Dijo "Pum", respiró profundamente y se metió la pistola en el bolsillo, se incorporó y se lavó la boca con agua fría".