30/9/10

Jóvenes Malditos

A veces tengo la sensación de vivir en un mundo lleno de grietas, un lugar de aparente calma con gigantescas goteras que, un día, acabarán por encharcarlo todo. Hoy, más que nunca, el título de este blog tiene un significado.

Dentro de unos minutos se acaban las veinticuatro horas de huelga general. Como era previsible, esta huelga, se ha quedado en una protesta que no ha logrado paralizar el país, algunos piquetes furiosos y una cadena de televisión que no está emitiendo nada.

Ahora que las manecillas del reloj llegan a la meta y yo llego a casa con síntomas de anginas en la garganta y la cabeza llena de titulares y entradillas, me gustaría dejar aquí alguna reflexión sobre el (insértese adjetivo según convenga) mundo laboral.

En general, voy a ser sincera, estoy cabreada. Cabreada porque me revienta escuchar a mi alrededor que la huelga era una pantomima, un teatro, un chiste. Cabreada porque mañana todos los periódicos pondrán el acento en Méndez y Toxo y al final (como siempre) del trabajador individual no se acuerda nadie. Cabreada porque acaparen la atención unos cuantos violentos con sed de llamas y bronca y no los que protestan pacíficamente. Cabreada con la falta de solidaridad y con quien se queja simplemente por llegar un poco tarde: ¡es un día!. Pero sobre todo, cabreada porque no hice huelga y me arrepiento y aquí está el por qué:

Pensé que de nada servía a una becaria precaria como yo acudir a la huelga porque mucho antes de la reforma, antes de la crisis, ahora y seguramente durante otro largo rato, los jóvenes son los eternos olvidados. La generación perdida. Los futuros dirigentes convertidos a mendigos. La ilusión borrada. Ni los sindicatos nos nombran, ni las empresas nos necesitan.

Pero de repente, estuve hablando con la gente. Con amigos y amigas, con mi madre (la más sabia entre las sabias), con compañeros, con algunos que pasan de todo y con otros que salen por la noche a armar jaleo con cacerolas. Y pensé que los jóvenes teníamos cientos, miles de motivos no sólo para hacer huelga sino para protestar, activamente. Y desaprovechar cualquier ocasión de hacerlo es, creo yo, admitir la derrota.

En realidad, este 29 de septiembre, me ha servido para reflexionar y darme de bruces, otra vez, con este mundo que no me gusta un pelo. He recordado los maravillosos reportajes que está haciendo EL PAIS sobre la generación pre-parada, que leo cada día y que me alegra ver siempre entre lo más leido en el periódico cuando normalmente este honor se lo lleva algún tema relacionado con el sexo o la muerte. Pero de nuevo me indigna que en la misma empresa, Prisa, la CADENA SER trate de forma absolutamente degradante a los becarios, a los que mantiene en esta precariedad, cobrando 300 euros, prometiéndoles un contrato que al final, nunca llega.

Y son muchas cosas más. Tantas, que no me caben aquí y no quiero que esto se acabe convirtiendo en un panfleto. Lo que de verdad me da miedo es darme cuenta  del horrible bucle en el que estamos inmersos. Por una parte, es cierto y desolador que abunda un prototipo de joven aislado y conformista. Pero por otro lado ¿cómo pretender que renazca en esta sociedad el espíritu crítico cuando todo está ya pensado y con 25 o 30 seguimos teniendo que pedir dinero para tomar una cerveza? Quiero ver un futuro de progreso, pero no paro de ver sombras, muros y miedos.