31/12/10

Lo que brilla en la memoria

Cualquier final desencadena la nostalgia. Las historias que una vez tocamos con la mano huyen a ese lugar donde almacenamos los recuerdos, y allí intentan hacerse oír entre otros cientos que casi se han convertido en sombras.

El caso es que aquí estoy, queriendo hacer una recopilación de un año que se acaba, básicamente porque al ver tantos resúmenes en periódicos, televisiones y redes sociales (y emocionarme con ellos, porque ése es el poder del periodismo) no he querido ser yo menos. Pero como sé que justo hoy estareís con prisas - qué me pongo, qué cocino, dónde voy, busca los langostinos- por cada mes, sólo dos frases. Ahí va:

Enero: Con el frío helado que corta los labios llegó un encantador de serpientes de ojos claros, fatalista y soñador, explorador de músicas que se quedan. Mucho más lejos, la tierra se desgarró en Haití y supimos que tantas veces los más olvidados son también los que nunca pueden escapar.

Febrero:  Me hice un poco más adulta y recordé la letra de una canción que dice "que cumplimos más años que promesas". Con una cámara nueva bajo el brazo recorrí Madrid, y deseé que el futuro no llegara, aún, quizás nunca.

Marzo: En el mes de los premios del cine dos películas dejaron huella: Irak en guerra y la revolución entre rejas. La lucha contra una enfermedad maldita nos hizo creer que había esperanza, pero era mentira.

Abril: Fuimos a Córdoba pero ojalá nunca hubiéramos ido. Por segunda vez en menos de seis años, la misma familia se volvía a quedar vacía y la injusticia resonaba, y todavía resuena, en una habitación con demasiado eco.

Mayo: Se agotó el tiempo en la universidad mientras intentábamos agarrarnos a las mesas incómodas, los croissants a la plancha y puede que hasta a las diapositivas en power point. Los planes se iban amontonando a la vez que la economía encabezaba los telediarios, pero siempre había alguna canción para salvarnos (más si era en un Palacio entregado).

Junio: Llegó por fin el sol y el tiempo de tomar algunas decisiones. Afortundamente, un día me llamó una señorita para decirme que sí quería hacer unas prácticas en la sección de Internacional, en El Mundo.

Julio: Los incendios y las inundaciones pasaban a golpe de teletipos, titulares y teclas y las noches volaban entre piscinas, mojitos dulces y sábanas deshechas. Por primera vez ví mi nombre, chiquitito pero ¡era yo!, en una página del periódico y sentí que los sueños, a veces, se hacen realidad.

Agosto: En un pueblo de Burgos se nos congelaron los huesos y perdimos la voz, cantando las canciones en directo de Sidonie y Lori Meyers. Mi abuela María cumplía 92 años. También fue entonces cuando en Chile 33 mineros quedaron atrapados en las tinieblas aunque el final feliz, como siempre, se hizo esperar.

Septiembre:  Conseguí alargar mi condición de becaria precaria pero feliz. Algunos amigos se quedaron injustamente en la calle, con brillantes currículum y ganas de comerse el mundo y otros (los menos) consiguieron hacerse un hueco en el mundo empresarial opaco y un poco podrido. Mi abuela Julia cumplía 90.

Octubre: Llegaba el otoño y con una amiga fuí a Bilbao y San Sebastián, salvándonos por poco de ser engullidas por la furia del mar Cantábrico. Aquellos mineros de antes salieron de las entrañas de la tierra. Por fin, una historia feliz reunía al mundo frente a la pantalla.

Noviembre: Viajé a Roma, a sus callejuelas, sus edificios rojizos y todos esos rincones en los que podría haberme quedado a vivir para siempre. Creo que quise encontrar allí el amor, pero no pudo ser.

Diciembre: Hasta hoy he comido como si no hubiera un mañana, he dicho adiós aunque quería decir "hasta pronto", he comprado algún regalo,  he empezado "Oliver Twist" y he acabado varias copas de vino tinto. Pero puede que después de esta noche todo esto no importe nada.

Feliz año a todos. Espero que el 2011 esté lleno de historias que luego se convertirán en recuerdos :)

22/12/10

Cacahuetes y burkas

En el filo de la madrugada traigo dos recomendaciones en forma de vídeo. Dos historias con las que me he topado mientras navegaba por el paraíso (sí, sí, paraíso) de los periódicos internacionales. Tras todo este tiempo en la sección de Internacional, extraigo un par de conductas habituales: tengo predilección, en este orden, por todo lo que viene de Francia -mi año en París dejó su huella-, por el desconocido continente africano -que pase lo que pase nunca tendrá el espacio que se merece en los medios-, y por las historias completa e irremediablemente absurdas -sin comentarios-.

Las dos historietillas tienen cabida en los últimos dos comportamientos.

1. Un pequeño hospital de Zimbabwe ofrece servicios médicos a cambio de ...¡cacahuetes! Sí sí, el empobrecimiento del país explica que la inmensa mayoría de los habitantes ni tengan ni conozcan el tacto del dinero. Por eso, ofrecen cacahuetes a cambio de medicinas o una cama en el hospital. El resultado: la antigua capilla del hospital es un paraíso para cualquier elefante y el menú de hospital tiene un sabor a...exacto, cacahuetes. Os recomiendo que veaís el vídeo porque más allá de la curiosidad, es revelador del ingenio del ser humano para sobrevivir en medio del más absoluto abandono.


2. Esta os va a encantar. Resulta que un cantante paquistaní con mucha chispa ha creado una auténtica maravilla: una versión de la famosísima 'Pretty Woman' cambiando a Julia Roberts por una mujer con burka. La letra dice así: "Burka woman, in your black sheet," "Burka woman, with your sexy feet, "Burka woman my love for you it grows, every time I see your toes". ¿Provocación? ¿Ofensa? ¿Reinterpretación del American style of life? ¿Será el apuesto Richard Gere el salvador de la mujer en los países árabes? Está bien, paro de plantearme cosas trascendentales. Ahí va el vídeo.


19/12/10

Del amor y otras desgracias

Los autobuses han llegado para salvarnos. O, al menos, para salvar mi maltrecha imaginación. He sido otra vez testigo de la locura del ser humano en un autobús. Era el número 146, Gran Vía hacia abajo. Unas doscientas personas respiraban aliento ajeno, mientras estrujaban bolsas, abrigos y barrigas blanditas.

Estaba de pie, agarrada a una de las barras grises luchando por un espacio vital. Delante de mí, una mujer con labios prominentes pintados de rosa y unos zapatos con forma de barco cogió el móvil.

-Mamá, una cosa más. Mira encima del equipo de música, ¿ves que hay un papelito blanco? ¿Sí? Dime el número de teléfono. 677..espera...850 432. Gracias, luego te llamo.

Cuelga. Vuelve a marcar.

-Hola, buenas tardes ¿Eres Jimmy? Hola, soy Teresa. Mira, te llamaba por el tema de la boda para conseguir papeles. (....) Sí, me gustaría hablar contigo. (...) Bueno, podemos vernos, me expones tu situación (....) ¿Mañana? (...) Pefecto, te vuelvo a llamar y vemos cómo quedamos para conocernos y hablar (....). Gracias, Jimmy. Hasta luego.

Cuando colgó, mis ojos se habían alejado un poco de sus órbitas. Ella, en cambio, miraba al frente aparentando estar cuerda. Esta vez, las preguntas en mi cabeza eran tantas y tan importantes que a punto estuve de planteárselas a esta extraña mujer, pero en este tipo de situaciones límite la timidez me acaba bloqueando. ¿Pretende usted casarse sólo para que consiga papeles? ¿Quién es Jimmy? ¿Ha puesto un anuncio en Internet, como quien alquila un piso? ¿Le importa a usted algo preservar su vida privada? ¿Sus conversaciones son siempre igual de interesantes? (quizá podríamos intentar coincidir más en el autobús).

En fin, el caso es que cuando bajé de nuevo a las calles heladas me puse a pensar sobre el curioso incidente. Y de oca en oca, aunque podría haber acabado pensando en la inmigración, acabe dándole vueltas a eso del amor.

La historia no acaba aquí. Ayer por la noche, en un atestado (de nuevo) bar de Tribunal, durante una cena de reencuentros y demasiada sangría, otros muchos celebraban la Navidad a ritmo de tragos y risas. En un momento dado, un chico y una chica se quedaron de pie mentras todo su grupo seguía sentado. Y a alguien se le ocurrió gritar : ¡Que se besen! !Que se besen! En los siguientes minutos, la frase se convirtió en el grito de guerra de toda la sala. Se extendió de mesa a mesa. Y me pareció, aunque parezca extraño o quizá forzadamente literario, que esas palabras convertían aquel bar de fritanga y migas de pan en un lugar un poco más decente. No soy la única tonta que pierde el tiempo imaginándose que encontrará el amor. Todo el mundo lo hace, aunque pocos se atrevan a decirlo.




15/12/10

Diálogo en un autobús

Confieso que, en ocasiones, la juventud de hoy (la adolescente) me sorprende y desconcierta. Vereís, resulta que estaba yo agradablemente adormecida sobre una de las ventanas del autobús 72 camino al trabajo cuando una sinfonía de gritos muy poco armónicos ha asaltado con violencia el vehículo rojo.

Coordenadas básicas para poneros en situación: Los actores de la trama son tres chicos delgaduchos de unos 12 o 13 años. Esa edad en la que los granos y algunos pelos tímidos luchan por hacerse un hueco en la barbilla. Llevan mochilas tan grandes que podrían sin problema hacer hueco a un par de jamones, pero en realidad están llenas de esos grandes amigos de juventud: los libros de texto. Bien. Se sientan, se dan golpes los unos a los otros, porque aporrearse con gracia es de machotes y colegas, y proceden a articular algo que se parece a un diálogo.

Chico A: Joder tío ¡menos mal que he podido mirar la chuleta, eh! (pequeña nota al lector: no estamos hablando de corderos ni de cerdos)

Chico B: Farfulla algo como "lgkjfdslkjkj ya vezzzz , ya te digo asdaskjsadjh" Ríe sin motivo y escupe un líquido asquerosillo.

Chico C: Oye oyeeee (con ímpetu) y ¿qué habeís puesto en la segunda? Porque yo no sabía la diferencia entre prejuicio y estereotipo así que le he puesto las dos movidas porque lo he mirado en mi chuleta y ella si eso que elija, ¿no?

En este punto de la conversación mi corazón se ha detenido un momento por el susto; luego me han asaltado las preguntas trascendentales: ¿En serio esta gente no sabe la diferencia entre prejuicio y estereotipo? ¿En qué asignatura se estudian esas cosas? ¿Será eso que llaman "Educación para la ciudadanía"? ¿Y de verdad no sabían esto  antes? ¿Pero qué diablos les enseñan sus padres? ¿Tendrán padres? ¿Son un caso perdido o son todos así? (también me he preguntado si acaso seré la única persona en el mundo que nunca consultó una chuleta porque las pocas veces que me las preparé con mimo el miedo pudo conmigo)

En este intervalo de tiempo he deseado que alguno de los tres Chicos sin nombre arrojara un poco de luz. Que alguno interviniera para mostrar que aún hay esperanza en el mundo. Sin embargo, cuál ha sido mi sorpresa al oir, proveniente del Chico B:

"A mí es que me parece todo igual : homofobia, racismo, desigualdad... Vaya coñazo de asignatura, seguro que no apruebo" 

En ese momento, gracias a Dios y algún semáforo en verde, he tenido que bajar del autobús. No habría podido soportar tanta tragedia.


9/12/10

The Good Heart

"El buen corazón". Un título poco apetecible para una película, cierto. Quizá estamos demasiado acostumbrados a títulos mucho más enigmáticos y literarios. O tal vez sea un error fatal guiarse sólo por la tapa del libro y la primera impresión.

Esta es la historia de dos desgraciados sin esperanza que mal viven en una gran ciudad. Lucas es un veinteañero que vive en la calle entre cartones. Un mendigo con la mirada perdida que comparte lo poco que tiene. Jacques es un cascarrabias de aspecto descuidado y horrible salud. Es dueño de un bar oscuro en el que sólo caben 13 clientes y un perro fiel.

Ambos se conocen en un hospital: Lucas ha intentado suicidarse y Jacques ha sufrido un infarto. Hacen buenas migas porque ninguno tiene a nadie más y Jacques se lleva a Lucas como aprendiz. Así abandonará el frío de la calle, aprenderá un oficio y le hará compañía.

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una película. Por supuesto no es ninguna obra maestra, pero cómo se agradece encontrarse con una historia sincera, sin pretensiones, sin alardes ni efectos especiales, sin giros extraños ni espirales incomprensibles que confunden al espectador. Su gran virtud son sus dos personajes protagonistas. Dos anti-héroes que van mostrando poco a poco su manera de ser y que, de verdad, emocionan.

Puede que se eche un poco en falta una explicación previa sobre la vida anterior de estos dos solitarios entre rascacielos, pero esa sensación es sólo reflejo de que los personajes te han cautivado y quieres saber más. El mérito, como casi siempre, es de los actores en la piel de Lucas y Jacques. El gruñón era un desconocido para mí. El que interpreta a Lucas, sin embargo, es el perfecto alelado encantador, que ya se presentó como hermano mayor de 'Little Miss Sunshine'.

Si con esto no he conseguido animaros a verla, os diré que cualquiera de las escenas del bar, que irónicamente se llama 'La Casa de las Ostras' (ni se sirven ni nadie allí las ha probado), es un pequeño tratado sobre los deseos y los miedos del ser humano. O quizá es que a mí siempre me ha parecido que un bar es el mejor escenario para las grandes historias.


Aquí el trailer:


  

Pd: La película se estrenó en el 2009, yo no recuerdo haberla visto en las carteleras y los críticos la golpearon sin misericordia alguna. Pero gracias a Internet todo el mundo tiene una segunda oportunidad


29/11/10

La ciudad que a medianoche ríe

Vigilantes del fuego en el cielo
frágiles, mira sus trajes suaves como la piel quemada, siluetas
con las manos vacías de imágenes antiguas,
de canciones y promesas, pierden
los recuerdos
por el desagüe de la garganta que grita en el silencio

Ésta será mi vida, tal vez la tuya
dentro de algunos años, bombillas rotas y libros secuestrados

Pero imagina otro lugar
con la fuerza de las miradas cómplices
la pasión entre las sábanas,
los ideales que germinan, los diálogos que nunca
se rompen del todo.
Y, más, las palabras
al oído y en el eco de las calles, grabadas
en las huellas que todavía te quedan por pisar

Todos los relojes se detienen y los mapas se borran
la ciudad que a medianoche ríe
está esperando



23/11/10

Camboya y lo que vale una vida

Fotos, titulares y agencias hambrientas mientras pasa la tarde. Carreras desde este teclado hasta otra pantalla unos cuantos metros más allá. Más allá de este lugar, de este suelo, de estas luces fluorescentes... hay países rotos, arruinados, inundados, enfermos, casi muertos. Paises a los que nadie echaría de menos si desaparecieran del mapa.


Y entonces, cuando estoy contando los minutos para irme, cuando ya he redactado unas tres veces que en Camboya han muerto cientos de personas por una avalancha, viene uno de los jefes del periódico. Un tipo con el pelo canoso que se pasea mucho por ahí con las manos en los bolsillos. Escribe asiduamente en la zona de los "protegidos" (también llamada Opinión).

-¿Lo de Camboya como mucho será un breve, no?

Mi jefe responde:

-Son más de 300 muertos. (339, más concretamente, repito en mi cabeza). Lo vamos a dar más grande. Más de media página.

El jefe originario parece sorprendido.

-¿Sí? ¿A cuánto está la vida de un camboyano?


El mundo no se para después de esa frase. Me doy cuenta de que estoy tan acostumbrada a oirlo y decirlo, que ni siquiera siento un escalofrío, o un remordimiento. Durante un instante, intento imaginarme allí, en ese río maldito que se ha convertido en una pesadilla. Pero es eso: un instante.

La crueldad está rozando con el sentido práctico. La hipocresía va de la mano con las buenas intenciones. Y en Camboya, esta noche, seguirá subiendo el número de víctimas.

19/11/10

Escondites

I

Te pido los días que no existen y me das un murmullo
Que se apaga como las sombras saladas de una caracola

Te quiero pero no consigo componer las letras
que forman los peldaños de este érase una vez
de guisantes y sangre azul

Suena un piano y el vino está servido:
la piel se eriza
secretos al oído
las yemas de los dedos
están ardiendo

Te pido cada caricia entre caricia
Quédate
y podrás tocar el horizonte,
quédate,
los rayos rojos ya han llegado.




II

Detrás de las enredaderas ásperas como piel de lagartija
Al final del enjambre de callejones testigos de los siglos
En una mirilla protegida del huracán hambriento


Escapar, desaparecer, escapar de nuevo
porque nuestros ojos soportan demasiado peso y nuestras manos
son músculos sin vida incapaces de agarrarse a nada

. . . . . . . . . . .
Nota : La lectura puede mejorar considerablemente con esta bella canción (versión de la de Radiohead)




18/11/10

Sáhara sufre en el desierto

"Si puedes esperar sin que te canse la espera". Ojalá...Pero a veces, falta paciencia y sobra hipocresía. Falta voluntad política y la desesperanza se convierte en la plaga de este siglo y este tiempo. La frase, de un famoso poema de Rudyard Kipling, podría ser el título de la historia sin final feliz del Sáhara Occidental.

Los acontecimientos de los últimos días en El Aaiún me han impactado y cabreado. Por eso he buscado información y me he decidido a escribir de nuevo. Intento comprender qué está pasando y qué diablos hago con esta sensación de que el Estado español (al que estoy vinculada por algo más que por mi nacionalidad) no hace absolutamente nada por intentar solucionar un conflicto en el que tiene una responsabilidad evidente, por mucho que este Gobierno (o cualquier otro) lo haya negado, lo niegue y lo siga negando.

Aunque hay todavía muchos datos que me faltan sobre el Sáhara(territorio que limita con Marruecos, Argelia, Mauritania y España), sí puedo hacer un breve resumen para situarme y situaros (algo me dijeron en la Universidad sobre la importancia del contexto)

La historia y la memoria

La complicada historia de este lugar en medio del desierto se remonta a miles de años atrás. Pero, para hacerlo más fácil empezaré en el siglo XIX. Hasta entonces, el Sáhara estuvo más o menos libre de ocupación extranjera. Pero todos sabemos qué es el colonialismo. En el Congreso de Berlín de 1884, España logró la concesión de lo que ahora es el Sáhara como “territorio a colonizar” y efectivamente se instaló en el territorio en 1934.

Hasta mediados del siglo XX las tensiones se sucedieron en el territorio entre dos potencias colonizadoras, Francia y España. En 1955 España ingresó en Naciones Unidas. Debía por tanto respetar todos los principios fundacionales de la organización. Justo en aquella época se estaba debatiendo la necesidad de que los pueblos sometidos a colonización fueran sujetos del derecho a la libre determinación de los pueblos: el que tienen los pueblos para decidir su gobierno y estructurarse libremente, uno de los principios básicos del derecho internacional público.



El caso es que en los albores de los años 60, España, para cubrirse las espaldas, decidió convertir al Sáhara en una provincia española más (Decreto de 10 de enero de 1958 y Ley 8/1961 de 19 de abril). Poco después, en 1975, se firmó la ‘Declaración de Principios sobre el Sáhara Occidental’, que consolidaba el abandono del territorio por España en 1976 y que formalizaba la cesión del territorio del Sáhara a Marruecos y Mauritania. Estos acuerdos son ilegales, vulneran el Derecho Internacional, concretamente el artículo 73 de la Carta de Naciones Unidas ( "Los Miembros de las Naciones Unidas que tengan o asuman la responsabilidad de administrar territorios cuyos pueblos no hayan alcanzado todavía la plenitud del gobierno propio, reconocen el principio de que los intereses de los habitantes de esos territorios están por encima de todo").

Más o menos al mismo tiempo que esto sucedía, comenzó la “Marcha Verde” de Marruecos para invadir el territorio. El Frente Polisario respondió con mayor vigor del que se pensaba, Mauritania se retiró en 1979 y Marruecos finalmente ocupó el territorio, bombardeando a la población. En 1991, Marruecos y el Frente Polisario firmaron el alto al fuego auspiciado por la ONU que desde entonces estableció allí una Misión para el Referéndum (MINURSO).

La historia desde 1991 hasta ahora es una sucesión de abandonos y fracasos, discriminación, negociaciones fallidas y observadores sucesivos de Naciones Unidas. Por supuesto, no ha habido referéndum alguno.

Responsabilidades y decepciones

¿Qué ha sucedido ahora? El Ejército marroquí desmanteló brutalmente el campamento pacífico de Gdeim Izik, en el que estaban instaladas unas 20.000 personas, que protestaban por considerar que Marruecos les discrimina, protestaban para conseguir unas condiciones de vida dignas. La mañana del ocho de noviembre, cuando estaban dormidos, los soldados entraron en el campamento y lo destrozaron.


Desde entonces el baile de cifras ocupa las portadas y los titulares. Marruecos da su versión de los hechos y el Polisario una radicalmente diferente. No se puede comprobar la exactitud de (casi) nada porque El Aaiún está clausurado, cerrado a cal y canto, es un lugar prohibido para los periodistas. Algo tendrá que ocultar Marruecos cuando está tan ocupado en expulsar a cualquiera que vaya a contar qué está pasando.

Aquí, en España, el Gobierno no denuncia ni las muertes (hay tres confirmadas oficialmente, aunque el Polisario afirma que son muchas más), ni las torturas (conocidas a través de saharahuis que las han sufrido, algunos con pasaporte español), ni las detenciones masivas (Marruecos ha transformado escuelas en centros de detención). Dice Trinidad Jímenez que no tiene pruebas, que sólo son opiniones. Quizá no sepa la diferencia entre un testimonio y una opinión. Quizá no lea los periódicos, ni vea las noticias.

No. Simplemente, España está preocupada en defender sus intereses ecónomicos con Marruecos. No es sólo por los acuerdos de pesca. También están las armas que España vende a Marruecos. Y el fosfato, una materia prima muy suculenta. Y el Estatuto Avanzado de Marruecos, que le convierte en un socio privilegiado de la Unión Europea, que, por cierto, tampoco se ha manifestado.

Trinidad Jímenez, ministra de estreno, que hace sólo unos años se colocaba la pegatina del Sáhara Libre, se defiende de las críticas diciendo que es prudente , que la ONU debe pronunciarse (tampoco está por la labor) y que España no tiene ninguna responsabilidad legal. Esto último es falso, espero haberme explicado párrafos antes).

Mientras tanto pasan los días y, aunque parece que lo peor ya ha pasado, el pueblo saharaui sigue  acorralado y maltratado por el Ejército marroquí. De vez en cuando ondean algunas banderas reivindicativas por las calles de Madrid, diminutas entre una asamblea de sordos y ciegos. Se oyen gritos de guerra aunque si ésta llega, sería casi un calco de la historia de David y Goliat.

Lo peor no es que el Gobierno calle (si gobernara el Partido Popular tampoco habría denunciado nada), lo peor es que este ni siquiera cuando este conflicto, demasiado largo ya, estalla de forma tan virulenta, cuando se cometen verdaderas atrocidades, ni siquiera entonces los líderes políticos ni tampoco la ONU son capaces de solucionar de una vez por todas la situación de un pueblo que quiere decidir por sí mismo.Ya se lo preguntaron otros antes: "¿Cuántos años tienen que existir algunas personas antes de que puedan ser libres?"

10/10/10

Una herida que sangra en agua dulce

Es un túnel de tumbas con vista a un mar salado.
Es una celda tejida con lana de la aurora
Una roca inerte mecida por plumas de cisnes,
una herida que sangra en agua dulce
un espacio recto y diminuto viajando en el espacio

infinito

Pero un equipaje de tres deseos de otras trescientas almas
se ha perdido para siempre entre dos faros ciegos

y los límites se acercan

-     -     -     -     -



7/10/10

Olvidarás los años que no has vivido aún

No suelo hablar mucho de mi padre. Desde que se fue, desde que ya no está. Nunca, por mucho que pase el tiempo, aceptaré que no volverá a estar a mi lado.

Pero no hay un día en que no piense en él. Me enfado al intentar recordar sus gestos,  porque me choco con este maldito tiempo que transcurre y va haciendo borrosa mi infancia. Entonces incluso deseo no crecer, quedarme aquí, para permancer más cerca del tiempo en el que él se quedaba escribiendo en el ordenador cuando nos íbamos a la cama. Del tiempo en el que preparaba arroces, descorchaba vinos con el gesto fruncido y recortaba artículos de periódico que le hacían sonreír o discutir.

Y están todas las veces en las que me gustaría hablar con él. Explicarle lo que me pasa, lo que estoy haciendo, las dudas y los caminos, los miedos y este futuro que está llegando.

Desde hace poco tiempo hay algo más que quisiera contarle. Ahora que estoy en un periódico y me han dado la oportunidad de escribir, cada vez que lo hago me acuerdo de él. Porque sé que habría estado orgulloso de mí pero no está aquí para verlo. Imagino su cara de satisfacción leyendo mi nombre entre un mar de historias y noticias, tan parecida a la que se dibuja en la cara de mi madre.

Ya sabía que el periodismo era una de las profesiones más bonitas que existen. Pero yo tengo otra razón para seguir intentando hacerme un hueco aquí. Quiero escribir por él, porque mi padre, José Ángel Crespo, hace mucho tiempo escribió esto que aquí sigue para mí:


A MARÍA

Para vivir hay que olvidar, me dicen
tu ojos tan abiertos esta tarde
de verano, tus ojos que resplandecen.

Olvidarás quién fui, con cuánto asombro
te oía hablar a solas, vigilaba tu sueño
con qué detenimiento, te contaba la historia
que mejor conocías
por el camino de regreso, adivinaba
un vago parecido con nosotros,
la luz que sólo te pertenecía.

Olvidarás qué fuimos ("mis padres,
en una foto de hace mucho tiempo,
no me acuerdo de dónde, éramos tan pequeñas"),
qué somos esta tarde de verano en que parece
que todo ha de durar, la perfección del mundo,
la ausencia de dolor, la exactitud.

Olvidarás los años que no has vivido aún. Por fortuna,
niñita, por fortuna.
Pues en el curso de esos años
han de pasar algunas cosas tristes,
hechos inexplicables, la amargura
de las separaciones.

Que el olvido te salve de esas horas sombrías,
que te devuelva al corazón del mundo
tal cual es hoy,
exacto orden, luz inextinguible,
en que estoy para siempre ya contigo

4/10/10

Cita en Samarra

Lo único bueno que tiene estar con anginas es que la irremediable fuerza de atracción de la cama también invita a la lectura. Hoy me he acabado una novela estupenda, Cita en Samarra, de John O'Hara (1905-1970).

Es la historia de Julian English y su mujer Caroline. Él es vendedor de coches Cadillac en una pequeña localidad nortamericana que se cubre de nieve en los inviernos de los años 30. Son la pareja más deseseada por la alta sociedad, van de fiesta en fiesta, luciendo bonitos vestidos y sombreros de ala, haciendo chistes correctos, emborrachándose más de lo que deberían.

Pero un día Julian pierde los nervios y le tira una copa a la cara a un tipo llamado Harry, odiado en secreto y admirado falsamente en público.  Uno de los hombres más ricos de la ciudad en la que viven, al que todo el mundo debe algún favor. Es el desencadenante de la caída libre hacia la destrucción. La sociedad perfecta se transforma en el circo de las apariencias y las envididas.

Y poco a poco, el lazo que unía a los dos protagonistas, Julian y Caroline, se deshace y se separan cada vez más. Sobra el alcohol y falta sinceridad en un teatro en el que está representada una sociedad, la de los años 30, que vive por encima de sus posibilidades y gasta más tiempo en cuchichear por las esquinas que en prestar atención a la realidad en la que viven. Hasta que acaban pagando por ello.

Con un estilo directo y certero, el escritor (que antes fue periodista) tiene en el diálogo su mejor arma para reflejar a la perfección cómo era aquel momento y aquellas personas que se ahogaban en la mentira mientras suena de fondo música de jazz.

Aquí un par de fragmentos:

"-Escuche, Julian- dijo Lute- Ya sé que su vida privada es asunto suyo y que es usted el jefe y todo lo demás. Pero le llevo a usted diez años y siempre nos hemos caído bien, ¿le importa si le hablo con franqueza?

-No. Dime.

-Bien, no quisiera ofenderle, y si se enfada puede despedirme pero ha estado haciendo muchas tonterías y la última noche en el Stage Coach...Dios, no sé qué decir. Pero no debería haberse ido con esa cantante. ¿Sabe de quién es esa chica? De Ed Charney. Uno de nuestros mejores amigos, un tipo leal, un hombre fiable(...)¿Por qué no puede ser más cuidadoso? Ed está muy cabreado. Lleva dos años trabjándose a esa chica y entonces llega usted borracho, se la lleva para echar un polvo rápido y lo echa todo a perder.

-Te equivocas en una cosa - dijo Julian
-¿En qué?

-No me tiré a la chica

Lute dudó antes de contestar.
-Muy bien, tal vez no lo hiciera, pero todo el mundo pensó que sí y para el caso es lo mismo."

"Julian abrió el segundo cajón del escritorio y sacó una Colt25 automática, se levantó y entró en el cuarto de baño. La emoción le cortaba el aliento y notó que tenía los ojos como siempre que estaba excitado por algo: abiertos pero con las pupulas encogidas. Se sentó en la taza y supo que no iba a hacerlo de ese modo. (...)Se metió el cañón en la boca y un poco de aceite tocó la parte interna de su labio inferior. Dijo "Pum", respiró profundamente y se metió la pistola en el bolsillo, se incorporó y se lavó la boca con agua fría".

30/9/10

Jóvenes Malditos

A veces tengo la sensación de vivir en un mundo lleno de grietas, un lugar de aparente calma con gigantescas goteras que, un día, acabarán por encharcarlo todo. Hoy, más que nunca, el título de este blog tiene un significado.

Dentro de unos minutos se acaban las veinticuatro horas de huelga general. Como era previsible, esta huelga, se ha quedado en una protesta que no ha logrado paralizar el país, algunos piquetes furiosos y una cadena de televisión que no está emitiendo nada.

Ahora que las manecillas del reloj llegan a la meta y yo llego a casa con síntomas de anginas en la garganta y la cabeza llena de titulares y entradillas, me gustaría dejar aquí alguna reflexión sobre el (insértese adjetivo según convenga) mundo laboral.

En general, voy a ser sincera, estoy cabreada. Cabreada porque me revienta escuchar a mi alrededor que la huelga era una pantomima, un teatro, un chiste. Cabreada porque mañana todos los periódicos pondrán el acento en Méndez y Toxo y al final (como siempre) del trabajador individual no se acuerda nadie. Cabreada porque acaparen la atención unos cuantos violentos con sed de llamas y bronca y no los que protestan pacíficamente. Cabreada con la falta de solidaridad y con quien se queja simplemente por llegar un poco tarde: ¡es un día!. Pero sobre todo, cabreada porque no hice huelga y me arrepiento y aquí está el por qué:

Pensé que de nada servía a una becaria precaria como yo acudir a la huelga porque mucho antes de la reforma, antes de la crisis, ahora y seguramente durante otro largo rato, los jóvenes son los eternos olvidados. La generación perdida. Los futuros dirigentes convertidos a mendigos. La ilusión borrada. Ni los sindicatos nos nombran, ni las empresas nos necesitan.

Pero de repente, estuve hablando con la gente. Con amigos y amigas, con mi madre (la más sabia entre las sabias), con compañeros, con algunos que pasan de todo y con otros que salen por la noche a armar jaleo con cacerolas. Y pensé que los jóvenes teníamos cientos, miles de motivos no sólo para hacer huelga sino para protestar, activamente. Y desaprovechar cualquier ocasión de hacerlo es, creo yo, admitir la derrota.

En realidad, este 29 de septiembre, me ha servido para reflexionar y darme de bruces, otra vez, con este mundo que no me gusta un pelo. He recordado los maravillosos reportajes que está haciendo EL PAIS sobre la generación pre-parada, que leo cada día y que me alegra ver siempre entre lo más leido en el periódico cuando normalmente este honor se lo lleva algún tema relacionado con el sexo o la muerte. Pero de nuevo me indigna que en la misma empresa, Prisa, la CADENA SER trate de forma absolutamente degradante a los becarios, a los que mantiene en esta precariedad, cobrando 300 euros, prometiéndoles un contrato que al final, nunca llega.

Y son muchas cosas más. Tantas, que no me caben aquí y no quiero que esto se acabe convirtiendo en un panfleto. Lo que de verdad me da miedo es darme cuenta  del horrible bucle en el que estamos inmersos. Por una parte, es cierto y desolador que abunda un prototipo de joven aislado y conformista. Pero por otro lado ¿cómo pretender que renazca en esta sociedad el espíritu crítico cuando todo está ya pensado y con 25 o 30 seguimos teniendo que pedir dinero para tomar una cerveza? Quiero ver un futuro de progreso, pero no paro de ver sombras, muros y miedos.

31/8/10

Ésto no es poesía

Old beauty

El final del verano camina a mi lado y me hace daño
Me recuerda que hoy ha dejado ya de serlo.

Un día en el que se han encontrado dos soles
muerto personas a unos cientos de metros
vendido sueños a cualquier precio
manipulado gestos con la varita mágica
sin dueño

Ni siquiera la música es un consuelo
Cuando sabes que los días...y los días... forman sólo un espejo.


Ni siquiera tu sonrisa es un recuerdo
Cuando detrás esperan frascos azules llenos de agua que dicen es veneno
inunda todo, contagia todo, envuelve casi todo.

Y hoy ya ha dejado de serlo


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Copas de vino

Quiero brindar
Por todas las copas de vino vacías,
porque a veces ocurre:

las pequeñas arrugas en tu ojo derecho cuando ríes
la espalda en los abrazos
el aliento gota a gota
el tacto del calor entre paredes amarillas
y las fotos de cuando éramos niños

Admito que en algunas esquinas te pierdo la sombra
Discusiones torcidas
en laberintos donde viven tortugas hambrientas

Pero
¿qué pasa con los instantes?
¿con los gritos, los códigos, las películas,
y aquel trozo de mar al que nos asomamos?


No sé de qué color son las mañanas de diciembre
Y tu…sigues contando

30/8/10

Escenas de realidad

El otro día vi una película sorprendente y dramática a pesar de que sus protagonistas bailaran alrededor de una pista de baile sin cesar. Hoy he visto una película amarga y rocambolesca a pesar de la preciosa escena en la Fontana di Trevi.

Quería escribir sobre lo que he visto tumbada en el sofá rojo del que ya he hablado en alguna ocasión, pero en realidad creo que esto que vais a leer un par de líneas más abajo no son más que un montón de miedos y deseos filtrados a través de algunos fotogramas antiguos.

La primera de las películas se llama Danzad, danzad, malditos, aunque su título original no tiene (como en muchas ocasiones) nada que ver: They shoot horses don’t they?. Dirigida por Sydney Pollack hace 40 añitos, la historia transcurre en un único escenario: Una pista de baile, con forma de elipse, rodeada de gradas. En plena Gran Depresíón, se organiza un maratón de baile al que acuden parejas desde todas partes de Estados Unidos. La pareja que aguante más tiempo sin parar de bailar recibirá un premio: 1.500 dólares. Llegan muchos y todos comparten una misma tragedia: no tienen dinero. Así que bailan y bailan, hasta que apenas mueven los pies, hasta uno sobre otro tienen que apoyarse para continuar mientras el escenario de sudor y cansancio se va llenando de gente que quiere ver un circo camuflado de concurso, la degradación tapada con esfuerzo.

La otra película es La dolce vita, de Federico Fellini (1960). El protagonista es un periodista de esos que ahora llaman del corazón, Marcello. Guapo, cautivador y adicto a las mujeres, sufre una horrible enfermedad que le atormenta día y noche: nunca nada es suficiente. Así, su vida se vuelve el exceso por el exceso, las mujeres se amontonan, las fiestas se vuelven grotescas, y el olor a podrido se extiende incluso a lo que parecía intocable. Marcello está metido de lleno en el mundo de los flashes de los paparazzis, de las traiciones y los tragos de más.
Dos grandes películas que, si no habéis visto aún, recomiendo.

Pero lo que me ha hecho ponerme delante de este teclado ruidoso es lo que estas dos películas, creo, tiene en común: sus personajes buscan, desesperadamente, algo que no tienen. A veces no lo encuentran porque lo que quieren y necesitan escasea tanto que, a pesar del esfuerzo, se hace imposible alcanzarlo: no hay dinero, se ha roto el famoso sueño americano, no hay salida. Otras veces, no lo encuentran porque lo que ansían es un ideal, porque no existe la vida perfecta, fácil y plena.

Cuando la pantalla del salón se vuelve negra de nuevo y me pongo a recoger los restos de palomitas y dulces brebajes, me paro a pensar. Incluso siendo afortunados, estando aquí y ahora, con la vida más o menos resuelta, los bolsillos más llenos que vacíos y algunos diminutos triunfos (simples etapas de la vida) a la espalda….incluso así: qué cerca puede estar el vacío y que poco nos damos cuenta.

12/6/10

Hasta pronto

Si el cielo está nublado y el tiempo se ha vuelto loco, es que algo importante va a pasar. Como cuando las campanas en los pueblos avisaban de una boda o un entierro. Hay signos constantes. En el ambiente de suspiros incesante, en la calle encharcada, en los folios subrayados y en las últimas agendas. Hay signos por todas partes de que los títulos de crédito ya están en la pantalla y esto se acaba.


He ido a mirarme al espejo, buscando el paso del tiempo. Quizá alguna cana temprana o arruga precoz, tal vez la huella de unas longevas ojeras. Pero he visto a la misma chica llena de dudas y sueños de hace seis años.



Si todo va bien (crucemos los dedos), el lunes 14 de junio tendré que despedirme de la Universidad. Aunque no soy muy partidaria de las frases hechas, permitidme que en este caso recurra a una que recoge tanta verdad que duele: Qué rápido pasa el tiempo.


Es cierto. Parece que fue ayer cuando subíamos por las escaleras del edificio nueve de la Calle Madrid. Ayer cuando sufríamos con todos los Derechos del mundo. Ayer cuando cargábamos con Códigos y montañas de folios. Ayer cuando cruzamos la calle hasta el edificio 17 y vimos tantas caras nuevas en esas filas de asientos que son potros de tortura. Ayer cuando nos conocimos. Y ayer es, de repente, ahora.

Aunque todos los cambios traen aventuras y riesgos y me gustan (supongo que haber cambiado seis veces de colegio y tres de ciudad también ha ayudado), las despedidas me llenan la garganta de nudos y los ojos de lágrimas.

Dicen que justo cuando te lo estás pasando mejor, el reloj te devuelve a la realidad y tienes que marcharte a casa. Así se sintió Cenicienta, parece ser, y (qué curioso), así es como me siento ahora. Han sido unos meses geniales, llenos de anécdotas y recuerdos. Así que hoy me quiero despedir de todo esto:


Del edificio de Periodismo. De los croissants a la plancha (aunque en los últimos tiempos se habían resecado). De las optativas con complejo de troncales. De los ordenadores a los que acudimos en cada tiempo muerto. De los profesores: los de frases brillantes (alguno hay) y los de palabras absurdas (más numerosos). De las profesoras: las que llevan vestidos demasiado cortos y las que están más pendientes de sus pañuelos que de Chechenia. De las diapositivas de power point. Del peor invento de Jaula Global: los foros. De los tipos de fuentes, las agencias, los corresponsales, los grupos mediáticos, la credibilidad y Ramón Lobo (ah no, de este último todavía no).

De ese grupo de chicos hiperactivos que se sientan en la última fila. Del chico que ha nacido para la radio y con el que comparto ese vacío imposible de llenar. Del gurú de la Comunicación 2.0, fan de las polémicas y las abreviaturas. Del chico vasco que siempre hace reir. Del rey de los sonidos extraños que va a hacer un periódico para niños en ciudades con menos tráfico y más calidad de vida. Del chico de “por la sombra” y esas conversaciones sobre cómo cambiar el mundo después de los desastres. Del canario más simpático y pluriempleado de Madrid. De la chica de volleyball que también cometió la imprudencia de viajar a San Fernando de Henares. Y también de los del otro lado del pasillo porque espero que cenas como la última se repitan cada mes.

Pero siempre dejo lo último para el final. Porque este año he tenido la suerte de (re)encontrarme con cuatro chicas maravillosas (y me quedo corta).

Marta, la “artista de cine”. Creo que empecé a conocerte de verdad en Denia, en uno de esos momentos que nos miramos atónitas mientras nuestra querida parisina admiraba al vigilante de la Playa. Voy a echar de menos tu agenda verde (la más completa de toda la clase), tus brotes de bordería de tanto en cuanto, ese gesto estupendo de las manos que van subiendo al aire. Sé que conseguirás lo que quieras allá donde vayas. Probablemente, algún país lejano. No seas imprudente queriendo ir a esa isla extraña que echas de menos. Y además, Jack ha muerto.

Carmen, supongo que nuestra historia también empezó en verano, en las tierras calurosas de Badajoz gritando canciones al lado de un castillo. Espero que en Agosto repitamos experiencia, pero con las tiendas de campaña más cerca que la última vez. Te admiro de verdad por tu fuerza de voluntad y por llevar por las noches Códigos penales en el bolso. Echaré de menos esa sonrisa constante, esas confesiones nocturnas, esa tarta de coñac que nos emborrachó. Y todo los que nos queda por saber.

Y ahora tú, señorita Olmo. Lo que más me ha sorprendido es saber lo mucho que tenemos en común. La música, Leonard Cohen y el descubrimiento de Arizona (tranquila que no te voy a robar al guitarrista); los conciertos y la poesía de vez en cuando, Cinema Paradiso y compartir historias de amor platónico y más que amigos. No sé que va a ser de mí sin una jefa estricta y sonriente. Es un alivio saber que tu amado Liverpool y Birmingham están cerca. Y mientras, sigo esperando sugerencias de las páginas más surrealistas de la historia.


Anuska. Ya sabes que estás aquí, al final, por algo. Me da rabia haberme perdido cuatro años de viajes en metro casi todos los días. Eres genial. Por tu sentido del humor (sublime, diría yo), por tus locuras, por tus dibujos de ovejas, por las grullas de papel, por las agendas perdidas y los libros que compartimos. Por saberte de memoria el final de Cien Años de Soledad. Por retener datos que nadie retiene. Porque soportas todas mis historias y preocupaciones. Porque sabemos lo que pasa con sólo mirarnos. Por la receta secreta del mejor batido del mundo. Porque eres valiente y te propones lo difícil (y lo consigues) y creativa (sin que te tomen por loca). Porque le lees la mente a tu hermana. Por acompañarme en la noche de los telescopios y pasar frío con dos abrigos y un saco. Porque ya te has ganado a todas mis otras amigas. Por que haces gestos con la cara. Porque eres transparente. Por Piedrahita y los euroconectores. Por Denia y el sol abrasador. Por las clases de inglés, porque en tu casa ya deben estar hartos de mí. Y podría seguir añadiendo muchas cosas más.

Estoy nerviosa, como cada cinco de enero a pesar de que ya no creo en los Reyes; como cada cinco de febrero antes de mi cumpleaños, como el día que estaba a punto de ir a la Universidad por primera vez. A todos, nos vemos el lunes. Y espero que después también.

6/6/10

Donde vive la poesía

Es domingo por la tarde. Madrid es un trozo de asfalto envuelto en llamas. El calor ha conseguido llegar hasta el sofá. Mientras contemplas una película edulcorada con diálogos sólo aptos para intelectuales, de repente, suena EL TELEFONILLO. Piensas: “¡Maldición!¿Quién osa interrumpir mi apacible momento de evasión?”. Consigues llegar hasta el horrible aparato y con voz de muy pocos amigos dices “¿Siiiiiiiii?”. Entonces ocurre algo francamente sorprendente. Seis pisos más abajo, en el calor del portal una voz dice:

Qué locura, pensareis. Qué ocurrencia. Pues no tanto. Si la escena ocurriera en Santander sería completamente posible. Ocurre que en aquella ciudad bañada por el frío mar Cantábrico se ha puesto en marcha un Festival de Poesía que consiste en que varios voluntarios, algún lunático y un par de poetas recorren las calles de la ciudad entonando hermosos poemas en el telefonillo.

Es una idea tan estrambótica que hasta parece romántica. Tan absurda que me enamora el alma, como diría una folkórica que en paz descanse. Y es que además, me he dado cuenta (yo solita) de que esta maravillosa iniciativa poética da mucho juego. Así que a continuación van un par de ideas.

-Para los carteros del mundo, esos portadores de malas nuevas, facturas y multas. Ha llegado el momento de que vuestro famoso grito de guerra “Carteeero de Correeeos”, cambie. Al llamar, cartas y carro amarillo sujetos con la mano, podríais decir:

“tristezas desenterradas,
pesadillas o visiones,
llamando siempre a la puerta
de quienes no los conocen”
(José Hierro)

-Para los acosadores de compañías móviles (con cariño especial a Telefónica). Se acabó eso de “Doña María, quisiera informarle de una oferta”. Deberían jugar la baza de la sorpresa, apostar por el arte verdadero. Después del “Hola” de rigor...qué tal esto:

“Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo
(Blas de Otero)

-Para las consultas de los médicos en las que esperas tanto tiempo que podrías echar raíces, propongo un hilo musical en el que de vez en cuando se escucharan estos versos:

“Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros”
(Alejandra Pizarnik)

-Para los trayectos en tren intoxicados de llantos de niños caprichosos y envenenados de películas infernales se me ocurre que quizá en las paradas importantes, la poesía podría calmar los espíritus.

"Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo
y, maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.

Silencio.

Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.

Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo"
(Miguel Hernández)

Todo esto no son más que ensoñaciones de una tarde de principios de Junio. Y, por supuesto, no pretendo faltarle el respeto a la poesía. Porque la admiro, la busco y la necesito cada cierto tiempo. La poesía es una mirilla desde la que se ven todos los sueños y los miedos, los logros del hombre y los desastres. Pero hay que atreverse a mirar.

 

30/5/10

Cosas que NO me gustan

Es probable que hoy tenga un día malo. Como terapia al desánimo, la vagancia y la negatividad, ahí va una lista de cosas varias que no me gustan un pelo.

-Los políticos de este país. Impresentables, ridículos, ladrones, corruptos, egocéntricos. Su principal ocupación es lanzarse insultos como piezas de lego en una pelea entre niños enrabietados. Su frase más repetida, me da igual en qué bando o en qué lado del hemiciclo, es “Y tú más”. Algunos provocan en mí un cambio de canal instantáneo: metamos en este saco a Rajoy con su ojo pestañeante en los momentos de nervios y su grito de guerra que nada tiene que envidiar a Mel Gibson en Braveheart: “Paco, te queremos”; o a Leire Pajín, ese cura de pueblo que da sermones soporíferos metido en un cuerpo de mujer (podría hacerse mirar lo de su asesor de imagen, por cierto). Otros me incitan al asesinato: Rita Barberá y su papada, o Esperanza Aguirre y su pico de oro, esa mujer experta en hacerse la sueca y en hacerse fotos, esa líderesa de los calcetines y las sandalias. Ay señor, ya se me ha revuelto el estómago. Y perdón, dije políticos y en realidad quería decir politicuchos. Basta una palabra, contundente y concluyente. GEN TU ZA. Ea.

- El mal olor. Es precisamente ahora, día 30 de mayo (ya podemos despojarnos del sayo, esa prenda tan moderna) el momento perfecto para hablar del sudor, tufo u olor a humanidad. En esta hermosa época del año en que el calor empieza a apretar, muchos individuos ignoran cuán necesario es, para la convivencia pacífica y la alegría cotidiana, ducharse una vez al día. “Pero si es olor corporal, qué exagerada”, responderán algunos. Pues tu olor corporal apesta, querido. Y no, atizarse desodorante encima de la mugre no es la solución. Madrid limpio. Pero no solo las calles, amigo mío, sus habitantes también deben serlo.

- La maldita crisis. Ese monstruo, ese pulpo que todo lo engulle, ese abominable ser que nos traerá la ruina (el dramatismo es la esencia de la vida). Esta crisis ha cometido una gran insensatez, motivo por el cual mi odio se agudiza: atacar justo en el momento en que la que escribe y otros contemporáneos nos vamos a tirar a la piscina del mundo de buscarse el pan o las habichuelas. Ojalá no nos choquemos de bruces contra la piedra –sería doloroso- y haya un pequeño charco que en el que flotar….Dicen por ahí que ante la adversidad el ser humano se vuelve más creativo e imaginativo. ¡Genial! Lo que nos faltaba, que el pequeño charco se llene de periodistas….

-Las nuevas generaciones de adolescentes. Si creíais que Física y Química era la viva imagen del fracaso de la educación, de una juventud perdida e ignorante, os equivocabais. Como siempre, la realidad supera con creces a la ficción. No sé si es que mi oído se ha vuelto más exigente con la edad, pero juraría que los adolescentes de hoy conspiran para dejarnos sordos a todos. Gritan mucho, en la calle y en los bares, en las bibliotecas y los autobuses, ebrios o sobrios, en verano o en invierno. Y lo que es peor, ¡no dicen absolutamente nada interesante! Es más, en ocasiones, (intuyo que cuando están afónicos), utilizan sus potentes móviles como sustitutivos de su delicada voz y nos martirizan (esto es así) con canciones que no merecen ni ese nombre. Es el colmo, vamos. Por no hablar de los nombres que gastan, claro. Desde aquí pido a todas las futuras madres del mundo que recuperen los preciosos nombres clásicos.

Aunque esta sesión de desahogo ha sido muy útil (espero que para vosotros al menos haya sido entretenido), creo que estoy llegando al límite de palabras permitidas por entrada. Antes, no obstante, quiero dejar una lista de otras pequeñas cosas que no me agradan. Para que se vayan con buen cuerpo.


- Los cafés con leche que te venden como “templados” cuando en realidad es lava de algún volcán islandés.

- La mayoría de la ropa femenina. Las mujeres de tetas enormes, cintura de avispa y culo escaso no existen. Amancio Ortega, por favor, haga algo. Seguro que sus empleadas en China comparten esta y otras quejas.

- Las botellas de leche en el frigorífico que, bajo una apariencia de medio vaso o vaso y medio, sólo contienen cuatro gotas de leche. En este caso, admito que mi desidia y yo somos parte del problema, pero de mis defectos hablamos otro dia.
- La gente que se cuela; los que insultan a la mínima; los amigos que te hacen una perdida para que les llames; los amigos perezosos que te dicen lo mucho que te adoran y nunca jamás dan señales de vida; los madrugones, las resacas, los plantones.

- Los pantalones blancos, la fruta excesivamente madura, las tormentas de arena en la playa, las invasiones de polillas; muchos bichos pequeños, las chicas que llevan botas y minifalda, los peluqueros que se creen que están podando árboles en vez de estar cortando delicadamente las puntas, los conductores asesinos que se saltan los semáforos, los perros con mala hostia, las personas detrás de un mostrador que no colaboran, ni ayudan, ni sonríen.
- La mayoría de los anuncios de la radio; los tertulianos rancios; los test de actualidad; la pregunta “¿qué es el periodismo para ti?”; la manipulación que inunda todo; esa tipeja hortera que (también) grita demasiado, dice que baila y que mataría por su hija, se droga y se opera la nariz y por contarlo cobra más de lo que cualquier periodista honrado va a cobrar en toda su vida; que el espacio dedicado al deporte en la televisión ocupe lo mismo o más que lo que se dedica a la cultura; que para ser presentadora haya que ser mona y para ser presentador no; de las diferencias ofensivas entre el sueldo del periodista estrella y el periodista trabajador; y sobre todo que la mayoría de los grandes grupos de comunicación de este país sobrevivan gracias a cientos, miles, de becarios que aunque están hasta las narices no lo dicen porque temen no tener ni siquiera eso.

Supongo que mañana será otro día.
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(Fotos de flickr cc)

24/5/10

Clic

Todas las mañanas estaba sentada en la parada de autobús enfrente de mi casa. Llevaba vestidos de colores incluso cuando llovía con rabia en la ciudad. Miraba a un punto fijo, los hombros caídos y apretaba el puño izquierdo, como si estuviera escondiendo algún tesoro. Esperando un autobús cualquiera.

Yo me quedaba mirándola durante unos segundos antes de girar en la segunda calle para ir al trabajo. Pero pasaban los días y los meses, y esa chica seguía allí. Entonces decidí hablar con ella, preguntarle quién era, qué guardaba en su mano, saber al menos si tenía frío en las piernas.

Con la puerta de la entrada medio abierta miré al frente. Caminé decidido hacia donde estaba. Pero de repente, al cruzar la calle, llegó un autobús y ella corrió para cogerlo. La misma escena se repitió durante varios días.

Un lunes que empezaba a oler a junio y piel desnuda la chica de los vestidos decidió no huir.

“¡Hola!”- dije, por decir, sin saber qué añadir. Ella sonrió un instante pero no dijo nada

“¿Por qué siempre estás aquí?”

Su mirada era triste. Mucho más triste que un día que se acaba. Sus ojos eran cicatrices y corazones rasgados. Todavía no había dicho nada. Entonces abrió la mano izquierda mostrando lo que guardaba. Era una llave pequeña. Me la dio

“¡Espera, espera! ¿Por qué me das esto? ¿Qué es? ¿No vas a decir nada?”

Negó con la cabeza. En ese momento frenó un autobús y  ella, otra vez, se subió en él. No me dio tiempo a atraparla y me quedé allí, sin moverme, sin entender, mirando como un idiota aquella llave.

Al día siguiente bajé a buscarla, para pedirle explicaciones, para decirle que había visto esas heridas en sus ojos. No estaba allí. Pero en la parada había una maleta de cuero marrón rodeada de curiosos. Instintivamente saqué aquella llave del bolsillo del pantalón. Clic. Sí, se abría.

“No se preocupen. La maleta es mía, he olvidado recogerla” y subí a casa antes de que aquellas personas empezaran a dudar.

Ya arriba, miré a aquella intrusa y finalmente me decidí a abrirla.
Estaba llena de páginas escritas. En la primera de ellas había una fecha “2 de Junio de 2009”. Justo el día en que la había visto por última vez.

Quiero que cuentes mi historia. Sé que estás pensando que no me conoces. Yo sí te conozco a ti. Llevo observándote mucho tiempo. Por favor, escribe mi historia. Yo no puedo hacerlo, no me queda tiempo”

Sentí que me ahogaba. Empecé a remover como un loco el contenido de aquella maleta. Páginas y más páginas, algunas fotos, cartas y fechas que retrocedían en el tiempo “2008, 2007 …1974”. Y, al fondo de todo, un vestido de flores rojas y verdes. Con el vestido entre las manos me asomé por última vez para mirar la parada del autobús y entonces, decidí empezar a leer.

17/5/10

Mis 10 canciones (y una más)

La verdad es que no soy muy de hacer listas, y en cuanto a música, tengo una tendencia enfermiza a saltar de canción en canción intentando descubrir una que me sorprenda. Qué exigente, direis. Más bien impaciente y un poco rarita. El caso es que me he decidido a hacer mi propia lista de las 10 grandes canciones de mi vida (o más bien, de mis 24 años, no quisiera dar a entender que planeo morir retirarme del mundo hoy mismo).

Antes de que subaís el volumen, algunas advertencias: para empezar, son 11y no 10 por la misma razón que alargo cinco minutos el despertador cada mañana; para seguir, es una lista que mezcla sin criterio canciones recientes y ancianas; y para terminar, algunos ya sabeis de mi carácter un poco nostálgico con brotes de melancolía ....Pero enfin, sea como fuere, a mí me parece que son 11 temazos. Ahí van

1) The Beach Boys - Barbara Ann
Hace 10 años decidí instaurar una bonita costumbre en mi casa. Consistía en recibir a mis amigas (el número 2 de Cartagena siempre ha estado muy animado) deslizándome por el  largo pasillo de casa cantando y bailando rock&roll. La costumbre duró algunos meses. La canción se quedó.


2) Neil Young -Alabama
 "Harvest" de Neil Young es uno de los mejores discos de la Historia de la Música. Podría haber escogido cualquier canción, pero tengo predilección por esta.


3) Silvio Rodriguez- Ojalá
Una canción que ha conseguido ponerme la piel de gallina durante mucho tiempo. La letra es poesía pura.

4)The Animals - House of the Rising Sun
Una preciosidad. Empieza bien y acaba mejor.

5) Quique González- Se nos iba la vida
Un día, hace varios años, se cruzó en mi camino un chico que me descubrió las canciones de Quique por primera vez. Luego éste chico se fue (nada es para siempre) y yo empecé a  escuchar compulsivamente las canciones del Gran Quique González. Muchas amigas se contagiaron y juntas le vimos en directo una y mil veces en Galileo y en Clamores, porque enonces todavía no llenaba el Palacio de Congresos. Es muy dificil escoger sólo una canción suya, pero ésta es de esas que no me canso de escuchar.

6) Leonard Cohen - Chelsea Hotel nº2
Casi nunca una canción me ha hecho llorar. Esta sí. Tal vez porque, junto a la canción numero 7 de esta lista y alguna otra de Leo Ferré o Camarón, me recuerda a mi padre; él fue quién me enseñó las maravillosas canciones de Leonard Cohen, tan poeta como músico. Y, además, esta canción, para quien no lo sepa, es un homenaje a Janis Joplin, a quien con mucha pena he tenido que quitar de esta lista porque no cabía. Definitivamente, una de las importantes. (otra advertencia: en el video, la canción empieza en el minuto 2:30, pero las palabras previas del señor Cohen son muy interesantes).

7) Janis Ian - At Seventeen

Una canción muy triste (estabais advertidos) pero muy bella. También descubierta entre los vinilos de mi casa, luego escuchada en CD (aquella época lejana en que compraba tantos libros como cedeses). Espero, en todo caso, que conserveís mejores recuerdos que Janis de vuestros 17, una edad difícil se mire por dónde se mire.

8)Antonio Vega-  El Sitio de mi recreo - No es sólo un homenaje porque se haya ido. Es más que eso. Y, aunque  de nuevo me cuesta elegir sólo una canción, ésta es la que con más frecuencia aparece, suena, y me emociona.

9) Damien Rice - The Professor and La fille danse

El año que estuve en Paris descubrí muchísima música. La voz de este irlandés me ha acompañado desde entonces, y aunque son muchas las canciones que merecerían estar aquí (Older Chests, The Blower's Daughter), esta se merece un trato de favor. Quizá sea por la mezcla de idiomas. O el cambio brusco a mitad de la canción.

10) Jose Gonzalez - Killing for Love
Por mi amor a todo lo sueco (ahí están Mankell y Larsson, y grupos maravillosos aunque desconocidos como Hello Saferide), este último puesto es para Jose Gonzalez (el apellido le delata, es medio sueco medio español). Afirmo sin miedo a equivocarme que su disco, "In our Nature" (2007) es uno de los imprescindibles de la década. 


11) (Canción después de los aplausos) Bright Eyes - First Day of my life
Premio para los que todavía siguen leyendo sin haber caido en una depresión profunda. Esta canción es toda una declaración de intenciones, optimista y preciosa. Una canción por todos esos días en los que sentimos que vamos a conseguir hacer lo que queramos, enamorar a quien nos enamora, disfutar de cada cosa que nos pasa. Sí, me he pasado de sentimental....espero que el video os guste.